Fuerza Rayos

Como apasionado del deporte y por encima de todo, al futbol, para cualquiera resulta inevitable en cierto momento sentirse identificado con uno o más colores, un escudo en particular, o en algunos casos, de los jugadores mismos. En la gran mayoría de las ocasiones, este sentido de pertenencia que comenzamos a sentir por estos simbolismos, de un momento a otro nos hacen pasar de simples espectadores, a aficionados. 

Dependiendo de nuestra pasión o interés, esa afición nos da desde una simple alegría o hasta fervor, para  también darnos una tristeza que se puede convertir a veces hasta en rabia o coraje. El deporte tiene esa belleza al poder generar tantos sentimientos de un momento a otro en millones de personas. 

En mi caso -como seguramente en el de muchos otros- tuve la fortuna de sentir todo eso por un club histórico del futbol mexicano. Ante la improbabilidad que generaba el estar rodeado de otras opciones y un entorno en donde tanto la costumbre como la probabilidad misma pudo inclinar la balanza hacía clubes como Chivas, América, Pumas o Cruz Azul, fue el Necaxa el que desde pequeño se ganó mi  vehemente afición.

Como seguidor  a finales de los 90's y principios del nuevo milenio y sobretodo como necaxista siempre existió un claroscuro tanto de emociones, como de resistencia social. Un equipo que fue exiliado a otro Estado, como capitalino siempre significó un duro golpe a la identidad y proximidad, para con el club que en esos años venía de dominar la década anterior y seguía siendo un serio y constante contendiente en el balompié nacional.

Para el aspecto social y estando seguro de que muchos necaxistas así lo vivieron, también se tuvo que pagar con un sin fin de críticas, burlas o comentarios despectivos por parte del típico sector pambolero que al ver algo diferente es hasta normal que reaccione con menosprecio. Aunado a esto el club en lo deportivo poco a poco decayó, producto de una indiferencia clara entre la directiva y los dueños de aquellos años, malos manejos en sectores específicos de la institución y una sede que tardó mucho tiempo en generar una conexión con el equipo, y que hasta la fecha -y con todo el respeto que se merece la afición de Aguascalientes-, sigue sin ser un grupo plenamente identificado con los rayos.

A pesar de ello y como con todo club al cual el aficionado constantemente le entrega desde sus emociones, esperanzas y hasta su dinero, para el necaxismo todos esos años de incertidumbre, me atrevo a afirmar que nos moldeó en muchos aspectos. Los descensos fueron dos golpes durísimos tanto para la institución como para su entorno más pasional. El primero de ellos quizás el más doloroso para quienes ponemos nuestras ilusiones en el equipo constantemente.

Tras años de frustraciones, un nuevo "régimen" tomo el control del club y con ello hubo un reanimo necesario en toda la estructura. Se logró la vuelta a primera división y tras eso han venido años de inconsistencia, alegrías y frustraciones, pero nada que el necaxismo no conociera antes.

Con 97 años de historia hoy en particular no le veo cabida al querer analizar el desempeño del plantel actual o de los anteriores. Aunque siempre sea importante exigir con argumentos, de forma respetuosa y el apoyar incondicionalmente, este momento es para celebrar. 

Pocos clubes pueden darse el lujo de tener los años que el Necaxa hoy tiene. Si a eso le añadimos un contexto como el que esta institución ha tenido -pasando de un dueño a otro, de desaparecer por lapsos o perder por un tiempo su nombre e identidad e incluso hasta ser exiliado de un área específica en donde siempre ha tenido su mayor conexión con la afición- y aún así haber sobrevivido a este futbol mexicano, es de reconocerse y celebrarse. 

Dejando de lado los tres títulos de liga y el palmarés deportivo que se pueda adjuntar, la historia de este club nacido de la unión entre dos equipos netamente regionales -Tranvías y Luz y Fuerza-, representando en su nombre a la central hidroeléctrica que por años ha iluminado a la Ciudad de México y que dentro de sus hazañas está el haber sido el primer campeonísimo del futbol mexicano, de la mano de jugadores que se conjuntaban de tal manera que hasta fueron apodados como los "once hermanos", hasta representar como equipo a México en torneos internacionales o haber sido de los mejores representativos del país y la confederación en un mundial de clubes, a este club le sobran anécdotas de las cuales todo necaxista debe sentirse orgulloso. 

En el campo adjuntando a esos once hermanos -Raúl Estrada, Lorenzo Camarena, Antonio Azpiri, Guillermo Ortega, Ignacio Avila, Marcial Ortiz, Vicente García, Tomas Lozano, Hilario López, Julio Lores y Luis Pérez- este club ha visto a jugadores crear su propia leyenda como iconos tanto del equipo como del futbol mexicano en general, entre los que destacan los casos particulares de Alex Aguinaga, Ivo Basay, Ricardo Peláez, Octavio Becerril, Horacio Casarín, Hilario López, Luis Pérez o en un contexto más reciente a un guerrero como Pablo Quatrocchi, entre otros más.

97 años llenos de desafíos, alegrías, desilusiones pero sobretodo de una historia digna de un equipo con la relevancia que tiene el Necaxa para el futbol mexicano. Con la ilusión intacta como en cada competencia en la que participa este club, hoy aunado a las felicitaciones por un año más de existencia, solo me queda decir "Fuerza Rayos".




Daniel Paulino Romero


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